distopías, periferias, memorias históricas, suburbios, microrrelatos, historias putas, cloacas culturales, sociales y políticas, rebeliones, arrabales, extramuros, transiciones, márgenes mentales
viernes, 23 de noviembre de 2012
Instrucciones para votar (en un pequeño país)
Tómese
su tiempo. Cíñase al fasto magisterio de la libertad y ejerza su
derecho sin vergüenza. Y si la tiene, diríjase al confesionario, donde
su elección cobrará vida secreta. Despliegue las cortinas. Entre. Luego,
protéjase detrás de ellas. Déjese de zarandajas y no se le ocurra
encender velas, o saldrá ardiendo. No es necesario. Al finalizar la
jornada, y tras el primer sondeo de la agencia Glups a pie de urna, ya
saldrá ardiendo el perdedor en una pira que le habrán preparado los
medios para la ocasión. Allá, mientras su cabello chisporrotea igual que
el palo de un auto de choque, gritará desaforado que cero votos no es
un resultado menor. Pero nadie le creerá.
Tampoco
se deje influenciar por el trasiego del día. Las televisiones no
cejarán en su empeño en informar en todo momento que la jornada se
estará desarrollando con absoluta calma y tranquilidad; pero la verdad
es que toda la población no cesará de realizar desplazamientos de sus
casas al colegio electoral, del colegio electoral al vermut, del vermut
al partido de fútbol del niño, del partido de fútbol del niño a la
fideuá de la yaya Quimeta y de la fideuá de la yaya Quimeta a la jornada
de puertas abiertas de la ONG Cretinos sin Fronteras.
Respire
hondo, hasta donde le permita la conciencia. Usted y la papeleta, la
papeleta y usted. El tiempo entre cortinas pasará rápido, pero repase de
nuevo las candidaturas: ahí estará su futuro. No se desvíe ni se
distraiga. No se obceque en pensar diferente ni apoyar aventuras
irresponsables y menos todavía en apostar a caballo perdedor. Para ello
puede servirse de la técnica calambur: entre la gaviota y la rosa, su
majestad escoja. Son los fondos de inversión de renta fija del mundo
político. Poco rentables, pero seguros.A
continuación, salga del confesionario. Diríjase a la mesa electoral. No
deje en todo momento de aferrarse con sus dedos a la papeleta escogida.
Ya se ha liberado de esa pesada carga de la conciencia. Al cabo de unos instantes, el vocal primero, que no sabe
leer ni escribir, el vocal segundo, aquejado de narcolepsia, y el
presidente erecto - que comenta chascarrillos -, le recibirán. Marcarán
la raya en su nombre, en el censo de un país conformado por veintitantos
ciudadanos.
El
sobre y la papeleta iniciarán un suave pero decisivo eslalon desde el
boquete hasta el culo de la urna. Ésta recibirá la breve e insoportable
levedad de un papel. Intente no hacer al mismo tiempo lo siguiente: dar
la mano al presidente, dar la otra mano al vocal segundo, dar los buenos
días a la cotorra Asunción que acompaña al vocal primero y que le
representa mientras duerme - ¡Ramón, despierta coño! - ...enseñar
su documento de identidad, enseñar su mejor sonrisa a la tele nacional,
dar su nombre y apellidos, dar su dignidad y votar. No lo haga todo a
la vez o corre riesgo de sufrir un colapso por sobredosis
cívica.
A
la salida, deténgase. Acaricie y saboree ese precioso instante de haber
cumplido con el deber. Ya no tendrá que oír más promesas. Se las habrá
llevado el viento al atardecer.
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