Hace hoy exactamente dos
años, un 15 de mayo de 2011, muchas conciencias llenas de rabia e indignación
llenaron las ágoras públicas a lo largo de toda la geografía española. Cayeron
en la cuenta de que un sistema de gobierno - llamado
democrático - agonizaba, marchito,
por la poca altura humana de sus gestores y responsables políticos y económicos.
Un sistema de gobierno, no lo olvidemos, abandonado a su suerte, por gran parte
de una ciudadanía abonándose a la pasividad y dejando de participar de forma consciente
en la construcción de una sociedad civil. Carne de cañón de una falsa creencia:
la de España va bien. La de caer en brazos de Morfeo sin pensar en las
consecuencias. Esperando a ser condecorados por el bienestar social sin conocer
el precio de las medallas. Aceptando quimeras imposibles de alcanzar sin
realizar el más mínimo ejercicio de autoconciencia o autocrítica. Acatando la
práctica coercitiva de las leyes salvajes financieras y obedeciendo a todo lo
que nos dicen. Sin discernir que para ser digno de la justicia y convivir en un
estado de derecho, media un ejercicio de obligaciones, entre ellas la de pedir
la rendición de cuentas con tus representantes políticos y sociales.
El hundimiento
Portada del libro Yo, precario |
El resultado: tras el
ataque de una lluvia torrencial de corrupción y especulación, la sociedad
española se ha convertido en un muñeco roto en manos de un monstruo que dirige
las más hostiles e inmorales prácticas económicas y políticas. Y el monstruo ha
permanecido impasible desde el búnker que le construyó la CIA, la Unión
Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial durante la
Transición a la democracia. Aquella joven promesa surgida de la cantera de la
lucha antifranquista, que empatizaba con las diferentes sensibilidades
identitarias y que se dispuso a beber de las fuentes de la modernización, delegó
el gobierno de la sociedad a los amiguetes del dinero fácil.
Este muñeco roto es el
símbolo y la representación del hundimiento de una sociedad en un lago de
arenas movedizas que traga y engulle a familias enteras, sin posibilidad de
salir de él. Donde lo poco que queda de competitividad en el mercado laboral
queda absorbido por auténticos ejércitos de precarios que aceptan salarios
míseros de trabajos que requieren alta cualificación técnica. Dicho proceso se
ha acelerado por las posteriores e incomprensibles políticas de recortes y
ajustes y las amenazas de tener que trabajar más horas por menos y con menos
derechos.
El papel de la familia…
Portada del cómic Iaioflautas |
Sólo gracias a una
tradición y cultura de ayuda familiar, típica de las sociedades mediterráneas, se ha conseguido
amortiguar la sangría de familias abocadas a la miseria más absoluta; gracias a
un fenómeno que no está siendo suficientemente estudiado ni valorado: el de la solidaridad
entre los miembros de la familia. El de las
abuelas que ejercen de guarderías públicas que no existen. El de los abuelos
que con su pensión ayudan a sus hijos, cuyas familias tienen a todos sus
miembros en el paro. El de los padres que vuelven a acoger a sus hijos –ya
adultos-sin posibilidad de futuro y sin recursos. El de las ayudas de los
hermanos, cuñados y amigos que, aterrados observan cómo la frontera entre una
vida normal y la exclusión social es muy fina. Todos ellos tratan de evitar que
sus seres allegados caigan en un pozo del cual es más difícil salir que de un pasillo
del Ikea.
…y el papel de las asociaciones
Cabe destacar también el llamado
Tercer Sector, el del tejido asociativo de todos los
ámbitos, tanto sanitario, religioso, cultural o social creando redes de
solidaridad y de apoyo. Los comedores sociales y los bancos de alimentos son un
claro ejemplo de ello.En caso de no haber existido estos dos factores,
subsidiariedad familiar y tejido asociativo, el resultado del desastre habría
sido muchísimo mayor e insostenible por parte de la sociedad.
¿Dónde está el líder?
Y quién trata de liderar
y arreglar este desaguisado? Tenemos a un presidente del gobierno y a un
ejecutivo ejerciendo de cirujanos de hierro que con todo su sadismo e
inhumanidad aplican absurdas y torpes políticas que están destrozando, si cabe
más, el tejido político, económico y social del país. Al menos sería de esperar
que entendieran que tras el ciudadano existe un sujeto con sus sentimientos,
sus ilusiones destrozadas, sus frustraciones, sus miedos, su impotencia y una inquietante
incerteza del futuro que les depara a sus hijos. Pero por lo que se desprende
de la inexistente proyección pública de este supuesto líder no se detecta la
más absoluta empatía o capacidad de encajar, comprender y entender el
sufrimiento de las personas. Y
tampoco parecen entenderlo. En el bosque del sufrimiento sólo se avista un
entramado de eufemismos que tratan de disfrazar una realidad cada vez más
difícil de digerir y el jefe del Ejecutivo y sus provincianos ministros se limitan a dar
explicaciones con datos y cifras fríamente cuando no a expurgarse las culpas escudándose en haber recibido una herencia
envenenada.
El
rodillo alemán
Libro del filósofo Zygmun Bauman |
Tampoco existe la más
mínima capacidad de plantear la indignación ciudadana como un indicador de que
la olla exprés está al máximo de su capacidad y que cabría quizás orientar muchas
de las políticas hacia el diálogo y la negociación. Pues no. Sólo existe el
rodillo ideológico decimonónico,
siempre presente en la historia de España. Y no sólo eso, sino que se
incrementan las manifestaciones públicas de políticos carentes de toda
sensibilidad, que armados con toda su
crueldad pervierten el lenguaje y pretenden hacernos tragar
mentiras imposibles de creer. Mentiras más conocidas como daños colaterales. La más
inaceptable de todas: querer hacernos creer que los recortes en sanidad no están afectando a la
salud del paciente ni a la calidad del sistema. O aquella que dice que los
recortes en educación en realidad no esconden una pretensión: debilitar el
sistema de educación pública a favor de una educación no laica y privada.
Pervirtiendo el lenguaje
Cartel de la Plataforma Afectados por la Hipoteca |
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